Pontificia, Real, Ilustre, Franciscana y Muy Antigua Hermandad del Santo Rosario de la Divina Pastora de las Almas y Redil Eucarístico -CANTILLANA-

domingo, 31 de marzo de 2013

¡ El Señor ha resucitado!


Evangelio según San Juan 20,1-9. 

"El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".

Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.

Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.

Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos."


"Este es el día"


"Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo” (Sal. 117,24)... Como cristianos nacimos para el Reino de Dios desde nuestra más tierna infancia... pero, aun siendo conscientes de esta verdad y creyendo plenamente, tenemos muchas dificultades en acoger este privilegio y pasamos largo tiempo en comprenderlo. Nadie, por supuesto, lo comprende plenamente... Y hasta en este gran día, este día entre los días, donde Cristo resucita de entre los muertos... nosotros estamos como recién nacidos... a los que les faltan ojos para ver y un corazón para comprender quiénes somos verdaderamente... Este es el dia de Pascua, repitámoslo una y otra vez, con un respeto profundo y una gran alegría. Como los niños cuando dicen: " Ha llegado la primavera " o " mirad el mar ", para expresar la idea..., digamos: " he aquí el día entre los días, el día real (Ap. 1,10 griego), el día del Señor. He aquí el día en que el Cristo ha resucitado de entre los muertos, el día que nos trae la salvación".

    Este es el día que nos trae lo más grande que podemos comprender. Es el día de nuestro descanso, nuestro verdadero sábado; Cristo ha entrado en su descanso (He 4), y nosotros con Él. Este día nos conduce, en prefiguración, a través de la tumba y las puertas de la muerte, hasta el tiempo del descanso en el seno de Abraham (Hech. 3,20; Lc 16,22). Estamos bastante cansados de la oscuridad, el cansancio, la tristeza y el remordimiento. Estamos bastante cansados de este mundo agotador. Estamos cansados de sus ruidos y su jaleo; su mejor música, es sólo un ruido. Pero ahora reina el silencio, y es un silencio que habla...: tal es nuestra suerte en lo sucesivo. Hoy es el comienzo de días tranquilos y serenos, en los que podemos escuchar a Cristo, con su " voz dulce y tranquila " (1R 19,12), porque el mundo ya no habla más.

    Despojémonos de este mundo, y revistámonos de Cristo (Ef. 4,22; Rm 13,14)... ¡Esforcémonos en desvestirnos así, para revestirnos de cosas invisibles e imperecederas! Esforcémonos en crecer en gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador, día a día, año tras año, hasta que nos lleve con Él... en el Reino de su Padre y nuestro Padre, de su Dios y nuestro Dios (Jn 20,17).

Beato John Henry Newman (1801-1890)



 «Recordemos lo que decían los judíos cuando insultaban al Hijo de Dios clavado en la Cruz: “Si es el rey de Israel, que baje de la Cruz y creeremos en Él”. Si Jesucristo hubiera bajado entonces de la Cruz, cediendo a los insultos de los judíos, no hubiera dado pruebas de paciencia; pero esperó un poco, toleró los oprobios y las burlas, conservó la paciencia y dilató la ocasión de que le admirasen; y el que no quiso bajar de la Cruz, resucitó del sepulcro. Más fue resucitar del sepulcro que bajar de la Cruz; más fue destruir la muerte resucitando que conservar su vida desobedeciendo: Pero como viesen los judíos que no bajaba de la Cruz, cediendo a sus insultos, creyeron al verle morir que le habían vencido, y se gozaron de que habían extinguido su nombre; mas he aquí que su Nombre creció en el mundo por la muerte, con la cual creía esta turba infiel que le había borrado; y el mundo se complace al contemplar muerto a Aquel a quien los judíos se gozaban de haber dado muerte, porque conoce que ha llegado por la pena al esplendor de su gloria.»

San Gregorio Magno

sábado, 30 de marzo de 2013

Reflexiones para cada día de la Semana Santa: Sábado Santo.

SÁBADO SANTO

Evangelio según San Lucas 24,1-12. 

El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes.

Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: "¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea: 'Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día'". Y las mujeres recordaron sus palabras.
Cuando regresaron del sepulcro, refirieron esto a los Once y a todos los demás. Eran María Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago, y las demás mujeres que las acompañaban. Ellas contaron todo a los Apóstoles, pero a ellos les pareció que deliraban y no les creyeron.

Pedro, sin embargo, se levantó y corrió hacia el sepulcro, y al asomarse, no vio más que las sábanas. Entonces regresó lleno de admiración por lo que había sucedido.



Comentario del día

Los hombres se pasan la vida pensando en lo que harán cuando se vayan a morir y en cómo dejar claras sus últimas voluntades... Y para ello, hacen su testamento aún en plena salud, por temor a que los dolores mortales les impidan manifestar sus intenciones. Pero Nuestro Señor sabía que ÉI conservaba su vida y la entregaría cuando quisiera y dejó su testamento para la hora de la muerte.

EI Salvador no quiso dejarnos su testamento hasta la Cruz, un poco antes de morir y allí, antes que nada, lo selló. Su sello no es otro sino ÉI mismo, como había hecho decir a Salomón, hablando por medio de él a un alma devota: "Ponme como un sello sobre tu corazón".

ÉI aplicó su sello sagrado cuando instituyó el Santísimo y adorabilísimo Sacramento del Altar.

Después hizo su testamento, manifestando sus últimas voluntades sobre la cruz, un poco antes de morir, haciendo a cada hombre coheredero suyo.

Su testamento son las divinas palabras que pronunció sobre la cruz. Me voy a fijar en dos: dice el buen ladrón:"Señor, acuérdate de mi cuando estés en tu Reino"; a lo que Jesús responde: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso".

Palabra de gran consuelo, porque lo que ha hecho su Bondad por el buen ladrón, lo hará por todos sus otros hijos de la Cruz, que son los cristianos.

Dichosos hijos de la Cruz, pues tenéis la seguridad de que os vais a arrepentir; tenéis la seguridad de que será vuestro Redentor y de que os va a dar la gloria.

Mirando a su Madre de pie, junto a la Cruz, con el discípulo amado, le dijo: "Mujer, he ahí a tu hijo" y puso en su corazón... ¿qué clase de amor? el amor materno.

Y María acepto por suyos a todos los hijos de la Cruz y se convirtió en Madre nuestra.

San Francisco de Sales

          

viernes, 29 de marzo de 2013

Reflexiones para cada día de la Semana Santa: Viernes Santo.


"Jesús Nazareno, Rey de los judíos". Jn. 19, 19

Para hablar de la Pasión, mediante la cual fuimos rescatados todos, tomaré como tema las palabras del título que Pilatos hizo escribir sobre la Cruz: "Jesús Nazareno, Rey de los judíos".

Jesús quiere decir Salvador, así que ha muerto porque es salvador y para salvar hacía falta morir.

Rey de los judíos, o sea que es Salvador y Rey al mismo tiempo. Judío significa "confesar"; por tanto es Rey pero de solo aquellos que le confiesen, y ha muerto para rescatar a los confesores; si, realmente ha muerto y con muerte de cruz.

Ahí tenemos pues, las causas de la muerte de Jesucristo: la primera, que era Salvador, santo y Rey; la segunda, que deseaba rescatar a aquellos que le confiesen.

Pero, ¿no podía Dios dar al mundo otro remedio sino la muerte de su Hijo? Ciertamente podía hacerlo; ¿es que su omnipotencia no podía perdonar a la naturaleza humana con un poder absoluto y por pura misericordia, sin hacer intervenir a la justicia y sin que interviniese criatura alguna?
Sin duda que podía. Y nadie se atrevería a hablar ni censurarle. Nadie, porque es el Maestro y Dueño soberano y puede hacer todo lo que le place.

Ciertamente pudo rescatarnos por otros medios, pero no quiso, porque lo que era suficiente para nuestra salvación no era suficiente para satisfacer su Amor.

Y que consecuencia podríamos sacar sino que, ya que ha muerto por nuestro Amor, deberíamos morir también por ÉI, y si no podemos morir de amor, al menos que no vivamos sino sólo para ÉI.

Sermón de San Francisco de Sales. Viernes Santo, 25 de marzo de 1622. X, 360.


El trono de la cruz

    “El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz” (Is 9,1), la luz de la redención. Viendo al que los oprimía herido de muerte, este pueblo salió de las tinieblas para entrar en la luz. De la muerte pasó a la vida.

    El madero de la cruz sostiene al que creó el universo. Padeciendo la muerte para que yo tenga vida, aquel que sostiene el universo está clavado en el madero como un muerto. Aquel que con su aliento infunde vida a los muertos, exhala su espíritu desde la cruz. La cruz no le avergüenza sino que es el trofeo que da testimonio de su victoria total. Está sentado como juez justo en el trono de la cruz. La corona de espinas que lleva en la frente atestigua su victoria: “Tened ánimo, yo he vencido al mundo y al príncipe de este mundo, llevando el pecado del mundo.” (cf Jn 16,33; 1,29)

    Las mismas piedras del Calvario, donde, según una tradición antiguo fue enterrado Adán, nuestro primer padre, levantan su voz para testimoniar del triunfo de la cruz,. “¿Adán, dónde estás?(Gn 3,9) grita de nuevo Cristo en la cruz. “He venido hasta aquí en tu busca, y para poderte encontrar he extendido las manos en la cruz. Con las manos extendidas vuelvo al Padre para darle gracias por haberte encontrado, luego mis manos se extienden hacia ti para abrazarte. No he venido para juzgar tu pecado sino para salvar por mi amor a todos los hombres. (cf Jn 3,17) No he venido para declararte maldito por tu desobediencia sino para bendecirte por mi obediencia. Te cubriré con mis alas, encontrarás refugio en mi sombra, mi fidelidad te cubrirá con el escudo de la cruz y no temerás el espanto nocturno. (cf Sal 90,1-5) porque conocerás el día sin ocaso (Sap 7,10) Rescataré tu vida de las tinieblas y las sombras de la muerte. (Lc 1,72) No descansaré hasta que, humillado y abajado hasta los infiernos en tu busca, te haya introducido en el cielo.”

San Germán de Constantinopla (¿-733), obispo 
In Domini corporis sepulturam; PG 98, 251-260


                    

jueves, 28 de marzo de 2013

Reflexiones para cada día de la Semana Santa: Jueves Santo.

JUEVES SANTO

Evangelio según San Juan 13,1-15. 

Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin. Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura.

Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura. Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: "¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?". Jesús le respondió: "No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás". "No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!". Jesús le respondió: "Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte".

"Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!".
Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos". El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: "No todos ustedes están limpios". Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.


Comentario del día

Consideremos un poco cual es el amor que el Señor nos tiene y por el que somos tan profundamente amados.

Os ruego que os fijéis en el encanto que pone el Salvador para expresarnos el ardor de su pasión de amor, tanto en sus palabras y afectos como en sus obras.

En sus palabras lo vemos claro, pues nunca habló tanto de ningún tema como del amor suyo hacia nosotros y del deseo que tiene de que le amemos. Ved que celoso esta de nuestro amor:"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todos tus pensamientos, con todas tus fuerzas, con todo tu espíritu y con todo lo que tu eres, es decir, todo lo que tu puedas.

En el Santísimo Sacramento parece que nunca se cansa de invitar a los hombres a recibirlo, pues nos inculca en forma admirable todo el bien que tiene preparado para los que se acercan a ÉI dignamente. "Yo soy el Pan de vida" y tantas otras frases... Y hablando de su muerte, dice: "Con gran deseo he deseado celebrar esta Pascua con vosotros y nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos".

¿No creéis, queridas Hijas, que tenemos una gran obligación de responder, en cuanto podamos, a este amor incomparable con el que hemos sido y somos amados por Nuestro Señor?

Esta claro que se lo debemos; por lo menos pongamos empeño en dárselo. Amar a Dios con todo el corazón, ¿que otra cosa es sino amarle con todo nuestro amor, nuestro ardiente amor? Para llegar a esto, no debemos amar demasiadas otras cosas, al menos con particular afecto.

Amarle con todo lo que somos es abandonarle todo nuestro ser para permanecer totalmente sometidos a su Amor.

Sermón de San Francisco de Sales; 30 de septiembre de 1618. IX, 198.


                           

miércoles, 27 de marzo de 2013

Reflexiones para cada día de la Semana Santa: Miércoles Santo.

MIÉRCOLES SANTO

Evangelio según San Mateo 26,14-25.

Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes
y les dijo: "¿Cuánto me darán si se lo entrego?". Y resolvieron darle treinta monedas de plata.
Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo.
El primer día de los Acimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús: "¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?". El respondió: "Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: 'El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos'".

Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua.
Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, Jesús les dijo: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará". Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno: "¿Seré yo, Señor?". El respondió: "El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar.
El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!".

Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó: "¿Seré yo, Maestro?". "Tú lo has dicho", le respondió Jesús


Comentario del día

El Espíritu Santo nos advierte: "El que esta de pie, cuide de no caer". Y en el Padrenuestro decimos: "no nos dejes caer en la tentación".

Nunca estamos seguros e invariables en lo referente a conservar el amor de Dios. EI primer ángel y Judas, que lo habían tenido, lo perdieron; y David y San Pedro también fallaron en un tiempo.

Me diréis: ¿Cómo es posible que quien tiene el amor de Dios pueda perderlo?, porque el amor, donde reside, resiste al pecado. Por tanto, ¿cómo puede entrar allí el pecado? Si el amor es fuerte como la muerte, duro en el combate como el infierno, ¿cómo pueden las fuerzas de la muerte o del infierno, es decir, los pecados, vencer al amor, el cual por lo menos le iguala en fuerza y las sobrepasa en ayuda y en derecho?
¿Cómo puede ser que un alma que razona, una vez que ha saboreado tan gran dulzura como es la del amor divino pueda jamás, voluntariamente, tragar las aguas amargas de la ofensa a Dios?

Hasta los mismos cielos están estupefactos y los ángeles se quedan pasmados de asombro al ver esta prodigiosa miseria del corazón humano, que abandona un bien tan amable para apegarse a cosas tan deplorables.

Mientras estamos en este mundo, nuestro espíritu esta sujeto a mil humores y miserias y por consecuencia fácilmente cambia, y muda en su amor. Solamente en el cielo ya no estaremos sujetos a cambios y permaneceremos inseparablemente unidos por amor a nuestro soberano Bien.

Porque es imposible ver a la Divinidad y no amarla. Pero aquí abajo, la entrevemos solamente a través de las sombras de la fe y nuestro conocimiento no es tan grande que no deje aun espacio para que entre la sorpresa de los otros bienes aparentes, los cuales se deslizan entre las oscuridades que se mezclan con la certeza y verdad de la fe. Se deslizan insensiblemente como raposas y demuelen nuestra viña florida.

San Francisco de Sales
Tratado del Amor de Dios. Libro IV, cap. 19, 

                          

martes, 26 de marzo de 2013

Reflexiones para cada día de la Semana Santa: Martes Santo.

MARTES SANTO
Evangelio según San Juan 13,21-33.36-38. 

Después de decir esto, Jesús se estremeció y manifestó claramente: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará". Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería.

Uno de ellos -el discípulo al que Jesús amaba- estaba reclinado muy cerca de Jesús. Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: "Pregúntale a quién se refiere". El se reclinó sobre Jesús y le preguntó: "Señor, ¿quién es?". Jesús le respondió: "Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato". Y mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: "Realiza pronto lo que tienes que hacer". Pero ninguno de los comensales comprendió por qué le decía esto. Como Judas estaba encargado de la bolsa común, algunos pensaban que Jesús quería decirle: "Compra lo que hace falta para la fiesta", o bien que le mandaba dar algo a los pobres.

Y enseguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche. Después que Judas salió, Jesús dijo: "Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: 'A donde yo voy, ustedes no pueden venir'.

Simón Pedro le dijo: "Señor, ¿adónde vas?". Jesús le respondió: "A donde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás". Pedro le preguntó: "¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti". Jesús le respondió: "¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces".



“Antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces.”

    San Pedro, uno de los apóstoles, se hizo culpable ante el Señor porque negaba conocerle, y no sólo esto, lo maldecía, blasfemaba, asegurando que no sabía de quien le hablaban. (Mt 26,69) ¡Qué golpe para el corazón de Nuestro Señor! ¡Ah, pobre Pedro, qué dices y qué haces! No sabes quien es, aquel que te llamó en persona para que fueras su apóstol, tú que habías confesado que él era el Hijo de Dios vivo. (Mt 16,18) ¡Ah, hombre miserable, cómo te atreves a decir que no sabes quien es! ¿No es aquel que hace poco estaba delante de ti para lavarte los pies, que te alimentó con su cuerpo y su sangre?

    ¡Que nadie presuma de sus buenas obras ni piense que no tiene nada que temer, ya que San Pedro había recibido tantas gracias y había prometido acompañar al Señor a la prisión y a la muerte, lo negaba nada ante una simple insinuación de una camarera.

    San Pedro, oyendo cantar el gallo, se acordó de lo que había hecho y lo que le había dicho su buen Maestro. Y reconociendo su falta salió y lloró amargamente y recibió el perdón de todos sus pecados. Oh, bienaventurado Pedro, por esta contrición recibiste el perdón general de tu gran deslealtad frente al Señor!...Sé que fueron las miradas sagradas de Nuestro Señor que penetraron tu corazón y te abrieron los ojos para reconocer tu pecado....Desde entonces, no dejó de llorar, principalmente cuando oía cantar al gallo por la noche y en la madrugada...Por este medio, de gran pecador se convirtió en un gran santo

"Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en El". Jn. 13, 31

San Francisco de Sales
El libro de los cuatro amores, IV, cap. 5

                            

lunes, 25 de marzo de 2013

Reflexiones para cada día de la Semana Santa: Lunes Santo


LUNES SANTO
Evangelio según San Juan 12,1-11. 

Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado.
Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales.

María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume.

Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo:
"¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?".
Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella.

Jesús le respondió: "Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura.
A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre".
Entre tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado.

Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él.

Comentario del día

Ayer recordamos el ingreso triunfal de Cristo en Jerusalén. La muchedumbre de los discípulos y otras personas le aclamaron como Mesías y Rey de Israel. Al final de la jornada, cansado, volvió a Betania, aldea situada muy cerca de la capital, donde solía alojarse en sus visitas a Jerusalén.

Allí, una familia amiga siempre tenía dispuesto un sitio para Él y los suyos. Lázaro, a quien Jesús resucitó de entre los muertos, es el cabeza de familia; con él viven Marta y María, hermanas suyas, que esperan llenas de ilusión la llegada del Maestro, contentas de poder ofrecerle sus servicios.

En los últimos días de su vida en la tierra, Jesús pasa largas horas en Jerusalén, dedicado a una predicación intensísima. Por la noche, recupera las fuerzas en casa de sus amigos. Y en Betania tiene lugar un episodio que recoge el Evangelio de la Misa de hoy.

Seis días antes de la Pascua -relata San Juan-, fue Jesús a Betania. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con Él a la mesa. María tomó entonces una libra de perfume de nardo auténtico, muy costoso, ungió a Jesús los pies con él y se los enjugó con su cabellera, y la casa se llenó de la fragancia del perfume.

Inmediatamente salta a la vista la generosidad de esta mujer. Desea manifestar su agradecimiento al Maestro, por haber devuelto la vida a su hermano y por tantos otros bienes recibidos, y no repara en gastos. Judas, presente en la cena, calcula exactamente el precio del perfume.

Pero, en vez de alabar la delicadeza de María, se abandona a la murmuración: ¿por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres? En realidad, como hace notar San Juan, no le importaban los pobres; le interesaba manejar el dinero de la bolsa y hurtar su contenido.

«La valoración de Jesús es muy diversa», escribe Juan Pablo II. «Sin quitar nada al deber de la caridad hacia los necesitados, a los que se han de dedicar siempre los discípulos -“pobres tendrán siempre con ustedes”-, Él se fija en el acontecimiento de su muerte y sepultura, y aprecia la unción que se le hace como anticipación del honor que su cuerpo merece también después de la muerte, por estar indisolublemente unido al misterio de su persona» (Ecclesia de Eucharistia, 47).

Para ser verdadera virtud, la caridad ha de estar ordenada. Y el primer lugar lo ocupa Dios: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es como éste: amarás a tu prójimo como a ti mismo .

De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas. Por eso, se equivocan los que -con la excusa de aliviar las necesidades materiales de los hombres- se desentienden de las necesidades de la Iglesia y de los ministros sagrados.

¡Cuántas personas se comportan como Judas! Ven el bien que hacen otros, pero no quieren reconocerlo: se empeñan en descubrir intenciones torcidas, tienden a criticar, a murmurar, a hacer juicios temerarios. Reducen la caridad a lo puramente material -dar unas monedas al necesitado, quizá para tranquilizar su conciencia- y olvidan que -como escribe San Josemaría Escrivá- «la caridad cristiana no se limita a socorrer al necesitado de bienes económicos; se dirige, antes que nada, a respetar y comprender a cada individuo en cuanto tal, en su intrínseca dignidad de hombre y de hijo del Creador».

La Virgen María se entregó completamente al Señor y estuvo siempre pendiente de los hombres. Hoy le pedimos que interceda por nosotros, para que, en nuestras vidas, el amor a Dios y el amor al prójimo se unan en una sola cosa, como las dos caras de una misma moneda.



                           

domingo, 24 de marzo de 2013

Reflexiones para cada día de la Semana Santa: Domingo de Ramos.

El Domingo de Ramos abre solemnemente la Semana Santa, con el recuerdo de las Palmas y de la pasión, de la entrada de Jesús en Jerusalén y la liturgia de la palabra que evoca la Pasión del Señor en el Evangelio de San Marcos.

En este día, se entrecruzan las dos tradiciones litúrgicas que han dado origen a esta celebración: la alegre, multitudinaria, festiva liturgia de la iglesia madre de la ciudad santa, que se convierte en mimesis, imitación de los que Jesús hizo en Jerusalén, y la austera memoria - anamnesis - de la pasión que marcaba la liturgia de Roma. Liturgia de Jerusalén y de Roma, juntas en nuestra celebración. Con una evocación que no puede dejar de ser actualizada.

Vamos con el pensamiento a Jerusalén, subimos al Monte de los olivos para recalar en la capilla de Betfagé, que nos recuerda el gesto de Jesús, gesto profético, que entra como Rey pacífico, Mesías aclamado primero y condenado después, para cumplir en todo las profecías. .

Por un momento la gente revivió la esperanza de tener ya consigo, de forma abierta y sin subterfugios aquel que venía en el nombre del Señor. Al menos así lo entendieron los más sencillos, los discípulos y gente que acompañó a Jesús, como un Rey.

San Lucas no habla de olivos ni palmas, sino de gente que iba alfombrando el camino con sus vestidos, como se recibe a un Rey, gente que gritaba: "Bendito el que viene como Rey en nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en lo alto".

Palabras con una extraña evocación de las mismas que anunciaron el nacimiento del Señor en Belén a los más humildes. Jerusalén, desde el siglo IV, en el esplendor de su vida litúrgica celebraba este momento con una procesión multitudinaria. Y la cosa gustó tanto a los peregrinos que occidente dejó plasmada en esta procesión de ramos una de las más bellas celebraciones de la Semana Santa.

Con la liturgia de Roma, por otro lado, entramos en la Pasión y anticipamos la proclamación del misterio, con un gran contraste entre el camino triunfante del Cristo del Domingo de Ramos y el Viacrucis de los días santos.

Sin embargo, son las últimas palabras de Jesús en el madero la nueva semilla que debe empujar el remo evangelizador de la Iglesia en el mundo.

"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Este es el evangelio, esta la nueva noticia, el contenido de la nueva evangelización. Desde una paradoja este mundo que parece tan autónomo, necesita que se le anuncie el misterio de la debilidad de nuestro Dios en la que se demuestra el culmen de su amor. Como lo anunciaron los primeros cristianos con estas narraciones largas y detallistas de la pasión de Jesús.

Era el anuncio del amor de un Dios que baja con nosotros hasta el abismo de lo que no tiene sentido, del pecado y de la muerte, del absurdo grito de Jesús en su abandono y en su confianza extrema. Era un anuncio al mundo pagano tanto más realista cuanto con él se podía medir la fuerza de la Resurrección.

La liturgia de las palmas anticipa en este domingo, llamado pascua florida, el triunfo de la resurrección; mientras que la lectura de la Pasión nos invita a entrar conscientemente en la Semana Santa de la Pasión gloriosa y amorosa de Cristo el Señor.


                       

sábado, 23 de marzo de 2013

La pasión según Cantillana




Hoy ofrecemos a nuestros lectores unos videos promocionales de la Semana Santa de Cantillana, realizados por nuestro hermano Joaquín M. Corro Quintana, que nos servirán de antesala de los momentos que estamos a punto de vivir en las calles de nuestro pueblo durante los próximos días.  


       

             
 
             

viernes, 22 de marzo de 2013

Para vivir una semana verdaderamente santa


Queridos hermanos y hermanas:

Con la bendición de los ramos iniciamos en este domingo la Semana Santa del año 2013. En ella vamos a revivir el Misterio Pascual de Cristo muerto y resucitado. Nuestra Madre la Iglesia nos invita a entrar de lleno en el misterio que constituye el corazón de nuestra fe, a seguir de cerca al Señor en su entrada triunfal en Jerusalén, a penetrarnos de los sentimientos de Cristo, que intuye las negras maquinaciones del sanedrín judío y la cobardía cómplice de las autoridades romanas.

 La Iglesia nos invita a vivir con el Señor la intimidad de la última Cena, la angustia del prendimiento, el dolor acerbo de la flagelación, la coronación de espinas y el camino hacia el Calvario, la soledad y el abandono del Padre en el árbol de la Cruz y también la alegría inefable de su resurrección en la mañana de Pascua florida.

Al revivir un año más los misterios centrales de nuestra fe, la Iglesia busca implicarnos en el drama de la Pasión del Señor. No huyáis de él como hicieron cobardemente los Apóstoles. No os excluyáis de él como quienes ven pasar a Jesús con indiferencia por la Vía Dolorosa o se contentan con contemplar con curiosidad el espectáculo de la Cruz. Es más que probable que muchos conciudadanos nuestros pasarán de largo ante la epopeya renovada de la Pasión del Señor, como tantos contemporáneos de Jesús se vendaron los ojos y se taparon los oídos para no comprometerse en el acontecimiento cumbre de la historia de la humanidad. Otros, sin embargo, -Dios quiera que nosotros nos contemos entre ellos- procurarán vivir en el silencio, la oración y el calor de la liturgia esta nueva Pascua del Señor, es decir, el nuevo paso del Señor junto a nosotros.

 En el momento cumbre de la historia de la humanidad, junto a la Verónica y las mujeres de Jerusalén, hay dos personajes que viven con hondura suprema la Pasión del Señor: su madre, la Santísima Virgen, y al Apóstol San Juan. Ellos no huyen ni se esconden, ni se limitan a contemplar pasivamente el drama del Calvario. Unidos al corazón del Cristo doliente, le acompañan en su Viacrucis y permanecen valientemente en pie junto a la Cruz del Cristo agonizante. Que ellos, María y Juan, nos alienten y acompañen en nuestra inmersión intensa, cálida y comprometida en los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.


 En su pasión redentora Jesús nos lo da todo: su cuerpo y su sangre hasta la última gota, que quedan para siempre entre nosotros en el sacramento de la Cena. Nos deja también su testamento y el mandamiento nuevo del amor y del servicio. Nos entrega a su Madre como Madre nuestra y nos da su vida entera. Le quedaba sólo su espíritu y, antes de morir, lo pone en manos del Padre, para que se lo devuelva a los tres días en la madrugada de la Pascua florida. Cincuenta días después, Él y su Padre lo entregarán a la Iglesia en la mañana de Pentecostés. El Espíritu era el broche de fuego que faltaba a la obra salvadora de Cristo, pues Él nos guía y dirige, nos sostiene y conforta, nos anima y alienta, vigoriza nuestra esperanza y da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios.

  Este es el gran misterio que en esta Semana Santa estamos invitados a vivir con hondura, en actitud contemplativa, participando en las celebraciones litúrgicas de nuestras parroquias. Qué bueno sería que previamente nos preparáramos reconciliándonos con Dios y con nuestros hermanos en el sacramento de la penitencia, sacramento del perdón, de la paz y de la alegría. Que en estos días, busquemos espacios amplios para la oración y el silencio, para agradecer al Señor su inmolación voluntaria por nosotros y el sacramento de su cuerpo y de su sangre. Acompañemos también al Señor con recogimiento y sentido penitencial en las hermosas estaciones de penitencia de nuestros pueblos y ciudades, que primariamente son actos de piedad, de catequesis y evangelización, y también llamada a la conversión. Participemos en ellas con emoción, pero como complemento de una participación previa, activa y gozosa en las celebraciones litúrgicas del Triduo Pascual, que son el memorial de la Pascua del Señor.

 Vamos a vivir un año más la Pascua, el paso del Señor de este mundo al Padre, que es al mismo tiempo el paso del Señor junto a nosotros, a la vera de nuestra vida, para transformarla, infundirle su hálito, recrearla, humanizarla y convertirla. El Señor está llamando ya a nuestra puerta. Abrámosle de par en par, de modo que quien resucita para la Iglesia y para el mundo en la Pascua florida, resucite también en nuestros corazones y en nuestras vidas. Sólo así experimentaremos la verdadera alegría de la Pascua.

 Este es mi deseo para todos, con mi saludo fraterno y mi bendición.

 + Juan José Asenjo Pelegrina
 Arzobispo de Sevilla

El significado de la Semana Santa


La Cuaresma está llegando a su fin, el tiempo de conversión interior y de penitencia, ha llegado el momento de conmemorar la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Después de la entrada triunfal en Jerusalén, nos tocará asistir a la institución de la Eucaristía, orar junto al Señor en el Huerto de los Olivos y acompañarle por el doloroso camino que termina en la Cruz.

Durante la semana santa, las narraciones de la pasión renuevan los acontecimientos de aquellos días; los hechos dolorosos podrían mover nuestros sentimientos y hacernos olvidar que lo más importante es buscar aumentar nuestra fe y devoción en el Hijo de Dios.

La Liturgia dedica especial atención a esta semana, a la que también se le ha denominado “Semana Mayor” o “Semana Grande”, por la importancia que tiene para los cristianos el celebrar el misterio de la Redención de Cristo, quien por su infinita misericordia y amor al hombre, decide libremente tomar nuestro lugar y recibir el castigo merecido por nuestros pecados.

Para esta celebración, la Iglesia invita a todos los fieles al recogimiento interior, haciendo un alto en las labores cotidianas para contemplar detenidamente el misterio pascual, no con una actitud pasiva, sino con el corazón dispuesto a volver a Dios, con el ánimo de lograr un verdadero dolor de nuestros pecados y un sincero propósito de enmienda para corresponder a todas las gracias obtenidas por Jesucristo.

Para los cristianos la semana santa no es el recuerdo de un hecho histórico cualquiera, es la contemplación del amor de Dios que permite el sacrificio de su Hijo, el dolor de ver a Jesús crucificado, la esperanza de ver a Cristo que vuelve a la vida y el júbilo de su Resurrección.

En los inicios de la cristiandad ya se acostumbraba la visita de los santos lugares. Ante la imposibilidad que tiene la mayoría de los fieles para hacer esta peregrinación, cobra mayor importancia la participación en la liturgia para aumentar la esperanza de salvación en Cristo resucitado.

La Resurrección del Señor nos abre las puertas a la vida eterna, su triunfo sobre la muerte es la victoria definitiva sobre el pecados. Este hecho hace del domingo de Resurrección la celebración más importante de todo el año litúrgico.

Aún con la asistencia a las celebraciones podemos quedarnos en lo anecdótico, sin nada que nos motive a ser más congruentes con nuestra fe. Esta unidad de vida requiere la imitación del maestro, buscar parecernos más a Él.

Para nosotros no existen cosas extraordinarias, calumnias, disgustos, problemas familiares, dificultades económicas y todos los contratiempos que se nos presentan, servirán para identificarnos con el sufrimiento del Señor en la pasión, sin olvidar el perdón, la paciencia, la comprensión y la generosidad para con nuestros semejantes.

La muerte de Cristo nos invita a morir también, no físicamente, sino a luchar por alejar de nuestra alma la sensualidad, el egoísmo, la soberbia, la avaricia... la muerte del pecado para estar debidamente dispuestos a la vida de la gracia.

Resucitar en Cristo es volver de las tinieblas del pecado para vivir en la gracia divina. Ahí está el sacramento de la penitencia, el camino para revivir y reconciliarnos con Dios. Es la dignidad de hijos de Dios que Cristo alcanzó con la Resurrección.

Así, mediante la contemplación del misterio pascual y el concretar propósitos para vivir como verdaderos cristianos, la pasión, muerte y resurrección adquieren un sentido nuevo, profundo y trascendente, que nos llevará en un futuro a gozar de la presencia de Cristo resucitado por toda la eternidad.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Año de la Fe, año del Catecismo (IV)


CAPÍTULO TERCERO

LA RESPUESTA DEL HOMBRE A DIOS

CREO

25. ¿Cómo responde el hombre a Dios que se revela?
El hombre, sostenido por la gracia divina, responde a la Revelación de Dios con la obediencia de la fe, que consiste en fiarse plenamente de Dios y acoger su Verdad, en cuanto garantizada por Él, que es la Verdad misma.

26. ¿Cuáles son en la Sagrada Escritura los principales modelos de obediencia en la fe?
Son muchos los modelos de obediencia en la fe en la Sagrada Escritura, pero destacan dos particularmente: Abraham, que, sometido a prueba, «tuvo fe en Dios» (Rm 4, 3) y siempre obedeció a su llamada; por esto se convirtió en «padre de todos los creyentes» (Rm 4, 11.18). Y la Virgen María, quien ha realizado del modo más perfecto, durante toda su vida, la obediencia en la fe: «Fiat mihi secundum Verbum tuum – hágase en mi según tu palabra» (Lc 1, 38).

27. En la práctica ¿qué significa para el hombre creer en Dios?
Creer en Dios significa para el hombre adherirse a Dios mismo, confiando plenamente en Él y dando pleno asentimiento a todas las verdades por Él reveladas, porque Dios es la Verdad. Significa creer en un solo Dios en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

28. ¿Cuáles son las características de la fe?
La fe, don gratuito de Dios, accesible a cuantos la piden humildemente, es la virtud sobrenatural necesaria para salvarse. El acto de fe es un acto humano, es decir un acto de la inteligencia del hombre, el cual, bajo el impulso de la voluntad movida por Dios, asiente libremente a la verdad divina. Además, la fe es cierta porque se fundamenta sobre la Palabra de Dios; «actúa por medio de la caridad» (Ga 5,6); y está en continuo crecimiento, gracias, particularmente, a la escucha de la Palabra de Dios y a la oración. Ella nos hace pregustar desde ahora el gozo del cielo.

29. ¿Por qué afirmamos que no hay contradicción entre la fe y la ciencia?
Aunque la fe supera a la razón, no puede nunca haber contradicción entre la fe y la ciencia, ya que ambas tienen su origen en Dios. Es Dios mismo quien da al hombre tanto la luz de la razón como la fe.

«Cree para comprender y comprende para creer» (San Agustín)

CREEMOS

30. ¿Por qué la fe es un acto personal y al mismo tiempo eclesial?
La fe es un acto personal en cuanto es respuesta libre del hombre a Dios que se revela. Pero, al mismo tiempo, es un acto eclesial, que se manifiesta en la expresión «creemos», porque, efectivamente, es la Iglesia quien cree, de tal modo que Ella, con la gracia del Espíritu Santo, precede, engendra y alimenta la fe de cada uno: por esto la Iglesia es Madre y Maestra.

«Nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por Madre»
(San Cipriano)

31. ¿Por qué son importantes las fórmulas de la fe?
Las fórmulas de la fe son importantes porque nos permiten expresar, asimilar, celebrar y compartir con los demás las verdades de la fe, utilizando un lenguaje común.

32. ¿En qué sentido la fe de la Iglesia es una sola?
La Iglesia, aunque formada por personas diversas por razón de lengua, cultura y ritos, profesa con voz unánime la única fe, recibida de un solo Señor y transmitida por la única Tradición Apostólica. Profesa un solo Dios –Padre, Hijo y Espíritu Santo– e indica un solo camino de salvación. Por tanto, creemos, con un solo corazón y una sola alma, todo aquello que se contiene en la Palabra de Dios escrita o transmitida y es propuesto por la Iglesia para ser creído como divinamente revelado.

lunes, 18 de marzo de 2013

Misa de inauguración del Pontificado del Papa Francisco


Este martes 19 de marzo tendrá lugar a las nueve y media de la mañana, la Misa de inauguración del Pontificado del nuevo papa Francisco, coincidiendo con la festividad de San José, que además es patrono de la Iglesia Universal, y podrán seguirla en directo por medio de nuestro blog a través de la señal del Centro Televisivo Vaticano.


Esta ceremonia se llamaba antes Misa de Coronación pues tras ella se coronaba al Papa con la tiara o Triregno,  la triple corona que representa el triple poder de los Papas: el Poder Espiritual, el Poder Real y el Poder Imperial. Se les imponía en el mismo balcón y por el mismo cardenal que había anunciado unos días antes el famoso Habemus Papam. Juan Pablo I fue el primero que rehusó ser coronado y también fue el primero que se puso una mitra de obispo en su lugar. La ceremonia se denominó “Misa solemne para marcar el comienzo del ministerio pastoral del Supremo Pontífice”.


En esta ocasión, en el transcurso de la ceremonia y tras el canto de las Laudes Regiae, se impondrá el palio al nuevo Papa: es signo de autoridad pastoral y de servicio al pueblo de Dios. El pallium lo confecciona una comunidad de monjas benedictinas de la basílica de Santa Cecilia con la lana de dos ovejas, bendecidas el 21 de enero, fiesta de Santa Inés, criadas en un monasterio cercano a la ciudad.

El cardenal diácono de más edad (el protodiácono) pronunciará la frase: “Bendito sea Dios, que te ha escogido para ser pastor de la Iglesia Universal y que te ha vestido con la estola brillante de tu apostolado. Que reines gloriosamente a través de muchos años de luz terrenal hasta que, llamado por tu Señor, seas revestido con al estola de la inmortalidad en el reino de los cielos, amén”. A continuación el Camarlengo le colocará el Anillo del Pescador.



domingo, 17 de marzo de 2013

Ahondar en nuestra conversión


Queridos hermanos y hermanas:

Iniciamos la última semana de Cuaresma, pórtico de la Semana Santa. Es posible que no pocos cristianos, por dejadez o por pereza, no hayan entrado todavía en el camino de conversión al que nos insta la Iglesia en este tiempo propicio y favorable. Por ello, la liturgia de este domingo nos invita con particular insistencia a recuperar el tiempo perdido, a quemar etapas y a prepararnos de verdad para celebrar los grandes misterios de nuestra salvación.

En la primera lectura, tomada del Libro de la consolación de Isaías, se anuncia al pueblo de Israel, cautivo y desterrado en Babilonia, el final de la opresión. Dios, que en el Éxodo le abrió caminos en el mar, está presto a hacer nuevos prodigios, a aflorar agua en el desierto y ríos en el yermo, a brindar a su pueblo la salvación, la libertad y la alegría, que en la segunda lectura cifra San Pablo en el conocimiento de Cristo y en la adhesión a su persona. Porque todo lo demás es pérdida, es preciso desprendernos de los lastres que impiden el seguimiento de Cristo, volando hacia la meta ligeros de equipaje para ganar el premio.

Urge, pues, que en el final de la Cuaresma intensifiquemos nuestra conversión, nuestra vuelta al Señor con todo lo que somos y tenemos, entendimiento y voluntad, afectos y sentimientos, opciones y compromisos. Urge que rompamos con el pecado que nos atenaza y roba nuestra libertad, y que aligeremos nuestra carga de toda adherencia terrena, nuestros miedos y cobardías, nuestras ataduras y apegos, nuestras claudicaciones y pecados. Todo es nada en comparación con la grandeza de una vida en comunión con el Señor, pues con Él, como nos dice San Pablo, todo es ganancia.

 El Evangelio nos narra la acogida que dispensa Jesús a la mujer adúltera. La ley judía castigaba el adulterio con la muerte. Los fariseos pretenden que el Señor condene a la mujer, pero Él rehúsa condenarla. La mirada de Jesús no se queda en lo exterior, sino que va al corazón. Ante Él no valen fingimientos. Los fariseos que acusan a la mujer son pecadores e hipócritas, mientras la mujer adúltera es una pecadora arrepentida. Los humildes de corazón, los que sinceramente se arrepienten y confiesan su pecado, ganan el corazón misericordioso de Dios y reciben su perdón.

La conversión, el abandono de los ídolos y el arrepentimiento de nuestros pecados inicia en nosotros una vida diferente, configurada por la fe en Jesucristo, su seguimiento, el amor y la obediencia. De esta forma, vivir es convivir con Cristo, en la piedad y en el amor al prójimo, para alcanzar con Él los bienes de la resurrección y de la vida eterna. Todo esto es posible porque Dios está a nuestro lado regalándonos la vida nueva de su gracia, permitiendo que en el desierto de nuestro corazón corran ríos de agua viva.

Las lecturas de este domingo constituyen una llamada vigorosa a la conversión profunda del corazón, huyendo de la cosmética superficial y del aderezo que enmascara. En los compases finales de la Cuaresma, la Iglesia y la liturgia nos invitan a escuchar con docilidad la voz del Señor que nos llama. Confesemos nuestros pecados con humildad y verdad, con verdadero arrepentimiento y compunción del corazón. No endurezcamos nuestros corazones. El premio de la conversión es el gozo del abrazo del Padre, que nos espera y perdona siempre, y la alegría de la  vida en comunión renovada con Jesús.

Una tentación en el proceso de nuestra conversión es actuar como los fariseos hipócritas, que acusan a los demás y se olvidan de su miseria moral. Cada cual hemos de arrepentirnos de nuestros propios pecados, en vez de acusar a los demás, tantas veces con una falsa justicia. A Dios no le podemos engañar; su mirada va directamente al corazón.

Qué bueno sería que todos los cristianos de la Archidiócesis nos preparáramos para vivir la Semana Santa con una buena confesión, ejercicio supremo de humildad y verdad, sacramento de la paz, de la alegría y del reencuentro con Dios, un sacramento  que cada día hemos de apreciar más, como nos ha pedido reiteradamente en estos años el Santo Padre Benedicto XVI. En la Exhortación Apostólica Sacramentum charitatis  nos decía el Papa a los pastores que ayudemos a los fieles a recuperar el sentido del pecado, que la cultura actual ha desdibujado, “favoreciendo una actitud superficial que lleva a olvidar la necesidad de estar en gracia de Dios para acercarse dignamente a la comunión sacramental”  (n. 20).  Nos pide también que recordemos a nuestros fieles que “el pecado nunca es algo exclusivamente individual”, pues “comporta también una herida para la comunión eclesial”, aspecto este que a todos nos debería impresionar. Con nuestros pecados, en efecto, nos estamos haciendo responsables de los pecados ajenos.

Deseándoos que trabajéis seriamente  en vuestra conversión en los compases finales del tiempo santo de Cuaresma, para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla

viernes, 15 de marzo de 2013

Júbilo en la Hermandad de la Divina Pastora por la elección del nuevo Papa

La Hermandad de la Divina Pastora de Cantillana se une al júbilo de la Iglesia Universal por la proclamación del nuevo Pontífice S.S. el Papa Francisco. En esta hora de gozo y esperanza para los hijos de la Iglesia, como dice nuestro Arzobispo monseñor Asenjo Pelegrina, "pidamos todos al Señor que guarde y proteja al Papa, que le conceda salud y ánimo redoblado en su tarea, que su palabra y ejemplo sirvan para la edificación de la Iglesia y de los fieles, que sea principio y fundamento visible de la unidad de todo el Pueblo de Dios y que aliente e impulse todo aquello que la Iglesia puede comunicar a la sociedad actual, la luz de su doctrina y, sobre todo, la persona de Jesucristo, el único salvador y redentor".

"Con la elección de Su Santidad Francisco como Obispo de Roma y Pastor de toda la Iglesia comienza una nueva etapa para la comunidad cristiana extendida por todo el mundo, en continuidad estrecha con su fecunda historia reciente y lejana, que se remonta hasta el mismo Jesús. La Iglesia, por disposición del Señor, está regida por pastores humanos, el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, y los Obispos, sucesores de los Apóstoles. Todos ellos sirven a la Iglesia con sus facultades y talentos para acrecentar la vida cristiana del Pueblo de Dios. El Papa Francisco, con la cercanía, sencillez y humildad con que se presentó ante los fieles, y con la gracia de Dios, pondrá todas sus capacidades sobrenaturales, intelectuales y humanas en su servicio primacial. Estad seguros de que se entregará sin reservas para actualizar cada día la misión permanente e irrenunciable de la Iglesia, "continuar, bajo la guía del Espíritu, la obra misma de Cristo, quien vino al mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido".

Primera homilía del Papa.


El Santo Padre, en una breve homilía espontánea en la Misa celebrada ayer en la Capilla Sixtina dijo que
"Cuando no se camina, uno se detiene. Cuando no se edifica sobre piedras, ¿qué sucede? Sucede lo que sucede a los niños en la playa cuando hacen castillos de arena, todo se cae y no hay consistencia".

"Nuestra vida es un camino. Cuando nos detenemos, la cosa no va. Caminar siempre, en presencia del Señor, en la luz del Señor, buscando vivir de modo irreprensible que Dios pide a Abraham en su promesa".

Sobre la acción de edificar, el Papa dijo que al hablar sobre "edificar la Iglesia se habla de piedras: las piedras tienen consistencia, pero son piedras vivas, unidas por el Espíritu Santo. Edificar la Iglesia, la Esposa de Cristo, sobre esta piedra angular que es el mismo Señor".

                            
El Santo Padre alentó entonces a "caminar, edificar-construir, confesar. Pero la cosa no es tan fácil, porque al caminar, al construir, al confesar en estos tiempos tan agitados, hay movimientos que no son propiamente movimientos del camino: son movimientos que nos tiran hacia atrás".

El Papa Francisco dijo además que "cuando caminamos sin la Cruz, cuando edificamos sin la Cruz y cuando confesamos a un Cristo sin Cruz, no somos discípulos del Señor, somos mundanos: somos obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor".

"Quisiera que todos, luego de estos días de gracia, tengamos el coraje de caminar en presencia del Señor, con la Cruz del Señor, de edificar a la Iglesia sobre la sangre del Señor, que está sobre la Cruz, y de confesar la única gloria, Cristo crucificado. Y así la Iglesia irá adelante", subrayó.

Al concluir, hizo votos para que "el Espíritu Santo, la oración de la Virgen, nuestra Madre, nos conceda esta gracia: caminar, edificar, confesar a Jesucristo crucificado. Así sea".

El Papa Francisco: sus manifestaciones marianas.

Dos hechos han dejado ver la relación del Papa Francisco con la Virgen María: encomendar Roma a la custodia de Nuestra Señora durante el saludo que dirigió en la noche de su elección al Pueblo de la Ciudad Eterna y al mundo; y que su primera actividad como Pontífice haya sido la visita a la Basílica de Santa María Mayor para entregarle a la Virgen una ofrenda floral.

Esta cercanía a Nuestra Señora no es tema nuevo del Papa Francisco. El Cardenal Jorge Mario Bergoglio, siendo Arzobispo de Buenos Aires, se refirió en múltiples ocasiones a la Virgen y encomendó a niños, jóvenes y familias al amor de la Madre de Dios.

Así lo dejó ver en los mensajes que en repetidas ocasiones dirigió a los jóvenes argentinos en el marco de las peregrinaciones celebradas en el Santuario de Nuestra Señora de Luján. Este es el caso de la peregrinación que ocurrió en octubre del año 2009 y que llevó como lema "Madre, tu mirada renueva nuestra esperanza".

En esa ocasión, el entonces Cardenal dijo a los jóvenes: "Nuestra Madre nos mira a todos sin exclusión, pero se viene ocupando desde hace mucho tiempo de los hijos más pobres; los hijos que en las sumas y en las restas de los cálculos van quedando al borde del camino. Los hijos del descarte, que los usaron o les probaron mal la vida. Esos hijos que tienen nombre: son los hijos de la Virgen. Mira Madre a tantos descartados, son tus hijos. Míralos y fortaléceles el corazón con la esperanza".

Asimismo, en la peregrinación al santuario mariano en octubre del año pasado, el entonces purpurado pidió se incremente la oracion a Nuestra Señora: "Le pedimos a ella que es Madre, que no nos falte el silencio de la oración: no vamos a poder ser justos si no lo rezamos, no vamos a poder ser justos si no lo pedimos. Por eso le pedimos que no nos falte el silencio de la oración y las ganas de pergrinar para ofrecer la vida por los otros. Que ella nos conceda esta gracia".

En Mayo de 2011, durante la Homilía que pronunció en la Misa de Apertura de la 101° Asamblea Plenaria del Episcopado Argentino, el Cardenal destacó cómo especialmente la Madre de Dios siempre ha permanecido presente en la vida de la Iglesia: "María y la Iglesia ambas son madres, ambas conciben virginalmente del Espíritu Santo, ambas dan a luz para Dios Padre una descendencia sin pecado".

De esta manera, no es extraño que Su Santidad haya querido que su primera actividad en la primera mañana de su Pontificado fuese visitar a la Virgen María, ofrecerle un ramo de flores y, especialmente, encomendarle su misión como Pastor de la Iglesia Universal.

(Gaudium Press / Sonia Trujillo)

jueves, 14 de marzo de 2013

Retransmisión en directo de la primera misa de S.S. el Papa Francisco



Hoy jueves a partir de las cinco de la tarde, retransmitiremos en directo, gracias a la señal del Centro Televisivo Vaticano, la primera misa que oficiará como pontífice S.S. el Papa Francisco, misa que será celebrada en la Capilla Sixtina con todos los cardenales. En los próximos días también tendremos la posibilidad de asistir en directo a los primeros actos públicos del nuevo Pontífice, como el rezo del Ángelus el próximo domingo y la Misa de Inicio del Pontificado a celebrar el 19 de marzo a las 9 y media de la mañana.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Habemus Papam


A las 19: 07 horas de hoy, miércoles 13 de marzo,  la fumata blanca de la chimenea de la Capilla Sixtina anunciaba la elección del nuevo Pastor de la Iglesia Universal, en la quinta votación celebrada en el Cónclave y con la mayoria necesaria de los dos tercios.

El nuevo Pontífice es el jesuita Jorge Mario Bergoglio. Es argentino, de 76 años y asumirá el nombre de Francisco. Nacido el 17 de diciembre de 1936, es el actual arzobispo de Buenos Aires. El nuevo vicario de Cristo en la tierra se ha presentado ante el mundo católico y ha saludado y ha impartido la bendición Urbi et Orbi.

"Amor y hermandad" han sido las primeras palabras de Bergoglio, que ha salido al balcón de la Plaza de San Pedro ya como el Papa Francisco vestido todo de blanco y con una sencilla cruz en el pecho.

"Parece que mis hermanos cardenales han ido casi al fin del mundo", ha dicho en relación a la celebración del Cónclave que le ha elegido como el Papa número 266 de la historia de la Iglesia Católica, el primer Pontífice no europeo.

Bergoglio ha pedido también orar por el Papa emérito Benedicto XVI. En su despedida, el nuevo Pontífice ha revelado que mañana irá a rezar a la virgen para que cuide a toda Roma.

"Empezamos este camino entre obispo y pueblo. Un camino de fraternidad y confianza. Rezamos para todo el mundo, para que haya una gran fraternidad", ha señalado. "Os pido antes de daros la bendición que vosotros recéis por mi, vuestro obispo", ha afirmado.


Biografía del nuevo Papa: el perfil de un santo


Nacido en Buenos Aires, Argentina, el 17 de diciembre de 1936, en el seno de un matrimonio de italianos formado por Mario Bergoglio, un empleado ferroviario, y Regina. Creció en la capital argentina y fue ahí donde comenzó a estudiar y se diplomó como técnico químico, pero poco después eligió el sacerdocio, decisión que le hizo ingresar el 11 de marzo de 1958 en el noviciado de la Compañía de Jesús.

Estudió Humanidades en Chile y en 1960, de regreso en la capital argentina, obtuvo la licenciatura en Filosofía en el Colegio del Salvador y más tarde, la de Teología en el Colegio Máximo de San Miguel. Ejerció como profesor de Literatura y Psicología, y el 13 de diciembre de 1969 fue ordenado sacerdote. En ese año se desplazó a España para cumplir su tercer "probandato" (período que sirve para preparar intelectualmente a los jóvenes sacerdotes) en la Universidad de Alcalá de Henares.

El 22 de abril de 1973 hizo los votos perpetuos en la Compañía de Jesús, orden en la que ocupó diversas responsabilidades como la de maestro de novicios, profesor en la Facultad de Teología, consultor de la Provincia y rector del Colegio Máximo.

De 1973 a 1979 fue provincial de Argentina y como tal fue enviado a Alemania, de donde pasó a la iglesia de la Compañía, de la ciudad de Córdoba, como director espiritual y confesor.

El 20 de mayo de 1992 fue designado por Juan Pablo II obispo titular de Auca y auxiliar de Buenos Aires, sede en la que en junio de 1997 fue promovido a arzobispo coadjutor.


Desde el 28 de febrero de 1998 Bergoglio es arzobispo de Buenos Aires, y Primado de Argentina, puesto en el que sustituyó a Antonio Quarracino y al que llegó como el primer sacerdote de la Compañía de Jesús que ocupa la titularidad de la principal sede de Argentina.

El 21 de febrero de 2001 fue creado cardenal en el octavo consistorio convocado por Juan Pablo II y recibió la birreta roja y el título de San Roberto Belarmino.

Jorge Mario Bergoglio es vicepresidente de la Conferencia Episcopal Argentina y como miembro de la Comisión Ejecutiva de la misma, forma parte de la Comisión Permanente en representación de la Provincia Eclesiástica de Buenos aires e integra además las comisiones episcopales de Educación Católica y de Pastoral Social.


Es Gran Canciller de la Universidad Católica de Argentina y en la Santa Sede forma parte de la Congregación para el Culto Divino y la disciplina de los Sacramentos y de la Congregación para el Clero.

Los que le conocen le consideran moderno, inteligente, sencillo, con prioridad por los pobres, por la familia y por la Nueva Evangelización.

Sobre los problemas sociales, de los que ha sido testigo como obispo de Buenos Aires, siempre ha mostrado una actitud de denuncia. Así se expresaba durante una celebración eucarística el año pasado: “Poco a poco nos acostumbramos a oír y a ver, a través de los medios de comunicación, la crónica negra de la sociedad contemporánea, presentada casi con un perverso regocijo, y también nos acostumbramos a tocarla y a sentirla a nuestro alrededor y en nuestra propia carne. El drama está en la calle, en el barrio, en nuestra casa y, por qué no, en nuestro corazón. (…) La destrucción del trabajo digno, las emigraciones dolorosas y la falta de futuro se unen también a esta sinfonía. Nuestros errores y pecados como Iglesia tampoco quedan fuera de este gran panorama”.

Igual de tajante y enérgico se mostraba al ahora de hablar de la Nueva Evangelización, en agosto de 2011. Con estas palabras se refería a la evangelización: “Dios vive en la ciudad y la Iglesia vive en la ciudad. La misión no se opone a tener que aprender de la ciudad –de sus culturas y de sus cambios- al mismo tiempo que salimos a predicarle el evangelio. Y esto es fruto del evangelio mismo, que interactúa con el terreno en el que cae como semilla. No sólo la ciudad moderna es un desafío sino que lo ha sido, lo es y lo será toda ciudad, toda cultura, toda mentalidad y todo corazón humano”.


         

                       
                       

domingo, 10 de marzo de 2013

Ante el próximo Cónclave

En la tarde del pasado viernes, el Colegio de cardenales decidió en la octava Congregación General que el Cónclave para la elección del nuevo pontífice se abrirá el martes 12 de marzo de 2013. Ese día, por la mañana, se celebrará en la basílica de San Pedro la Santa Misa "Pro eligendo Romano Pontífice" y ya por la tarde los purpurados entrarán en el Cónclave. Para la elección del nuevo Papa, el cardenal elegido deberá recibir un mínimo de 77 votos de los 115 posibles, obteniendo así dos tercios de los votos. Mientras llega ese momento, los católicos de todo el mundo continuamos rezando para la pronta elección del nuevo Pastor de la Iglesia Universal.



Cónclave: de Viterbo a la Capilla Sixtina.

La tradición sitúa el origen del cónclave en 1268, cuando un fraile franciscano decidió acabar con una situación de desgobierno en la Iglesia, motivado por el excesivo retraso de los cardenales romanos en elegir al sucesor de Clemente IV. Ese fraile fue Juan da Fidanza, quien más tarde sería conocido como San Buenaventura, general de la Orden de San Francisco y doctor de la Iglesia. Consciente de la necesidad de poner remedio a una situación que ya duraba tres años, el doctor seráfico ordenó a sus discípulos de Viterbo (una ciudad a 80 kilómetros al norte de Roma) que encerraran a los cardenales en el palacio episcopal.

Cónclave viene del latín cum clavis (bajo llave), que es como se encontraban los purpurados que terminaron por elegir pontífice a Gregorio X. Este Papa convocaría en 1274 el Concilio de Lyon con el objetivo de regular las condiciones de los sucesivos cónclaves. La normativa para la elección del Romano Pontífice ha sido reformada en varias ocasiones. Siete siglos y medio después de aquel encierro cardenalicio, la sede vacante y la elección del pontífice están reguladas por la constitución apostólica de Juan Pablo II Universi Dominici Gregis, un documento con 92 artículos, algunos de los cuales han sido modificados por Benedicto XVI el 22 de febrero pasado, a través de una carta apostólica, en forma de motu proprio.

Renuncia con precedente. Pocos años después de que San Buenaventura forzara a los cardenales a poner remedio al vacío de poder, Celestino V (que posteriormente sería elevado a los altares) renunció voluntariamente al Papado el mismo año de su elección, 1294. Una situación que quedó en el olvido histórico hasta que el pasado 11 de febrero Benedicto XVI utilizara el latín para anunciar su renuncia por “falta de fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio de Pedro”. Esto dio pie a una situación con algunas lagunas en lo referente al status de Benedicto XVI a partir de las ocho de la tarde del 28 de febrero. El padre Federico Lombardi desveló que el tratamiento será de Papa emérito o Romano Pontífice emérito.

En el cónclave participarán todos los cardenales que no hayan cumplido 80 años, siendo el número máximo de cardenales electores de 120. En esta ocasión, serán 115 los electores tras la última renuncia del cardenal Keith O´Brien. España aporta cinco cardenales al cónclave: mons. Amigo Vallejo, mons. Rouco Varela, mons. Martínez Sistach, mons. Antonio Cañizares y mons. Santos Abril y Castelló. Italia, con 21, seguirá siendo el país con más representantes. La normativa establecía que el cónclave empezaría entre 15 y 20 días después de que la Sede Apostólica estuviera vacante. Con la reforma de Benedicto XVI, no hay que esperar necesariamente 15 días para iniciar el cónclave.

Pocos lugares más simbólicos que la Capilla Sixtina para albergar la elección de un Papa. Los cardenales elegirán al pontífice número 266 con el ‘Juicio final’ de Miguel Ángel como testigo solemne del juramento que precederá a cada elección: “Pongo por testigo a Cristo Señor, el cual me juzgará de que doy mi voto a quien, en presencia de Dios, creo que debe ser elegido”. Si bien lo normal es que el nuevo pontífice salga de los 115 cardenales electores, éstos pueden dar su voto “a quien, incluso fuera del Colegio Cardenalicio, juzguen más idóneo para regir con fruto y beneficio a la Iglesia universal”. Si el elegido no tiene el carácter episcopal, será ordenado obispo inmediatamente.

INFOGRAFÍA:¿Cómo se elige a un Papa?
Mientras dura la elección, los cardenales residirán en la Domus Sanctae Marthae, una residencia ubicada en el Vaticano que estos días está siendo preparada para acoger a los miembros del Colegio Cardenalicio. La Universi Dominici Gregis contiene varias prevenciones sobre el secreto del cónclave y la prohibición de establecer contacto con los cardenales. De modo especial se prevén “precisos y severos controles, incluso con la ayuda  de personas de plana confianza y probada capacidad técnica, para que en dichos locales no sean  instalados dolosamente medios audiovisuales de grabación y transmisión al exterior”. En todo el tiempo que dure la elección, los cardenales están obligados a “abstenerse de correspondencia epistolar y de conversaciones incluso telefónicas o por radio” con el exterior.

Una vez que el maestro de Celebraciones Litúrgicas pronuncie el “extra omnes”, todos los ajenos al cónclave deberán salir de la Capilla Sixtina. Comienza así la elección, que consta de tres fases: preescrutinio, escrutinio verdadero y propio, y postescrutinio. La tarde del primer día ya habrá un solo escrutinio y, si no resulta nadie elegido, se realizarán dos votaciones tanto en la mañana como en la tarde de los días sucesivos.

La papeleta tendrá forma rectangular y contendrá la siguiente leyenda: “Eligo in Summum Pontificem”. Cada elector escribirá “claramente, con caligrafía lo más irreconocible posible” el nombre del elegido, y doblará dos veces la papeleta. Cuando llegue su turno, la portará hasta la urna situada en el altar, donde estarán los tres escrutadores, que habrán sido elegidos previamente por sorteo. Una vez hayan votado todos los cardenales, y tras el recuento de papeletas, el primer escrutador las toma de una en una, observa el nombre que aparece en cada papeleta y la pasa al segundo escrutador. Éste comprueba el nombre escrito y la pasa al tercero, el cual la lee en voz alta e inteligible antes de perforarlas con una aguja en el punto en que se encuentra la palabra Eligo, y las inserta con un hilo. Resultará elegida la persona que alcance al menos los dos tercios de los votos. Tras la revisión, y antes de que los cardenales abandonen la Capilla Sixtina, todas las papeletas son quemadas por los escrutadores, produciendo la fumata blanca o negra (ésta última se consigue usando paja mojada) dependiendo de que haya o no nuevo Papa. Al final de cada elección, el camarlengo redactará un escrito que reflejará el resultado de las votaciones. El escrito se entregará al nuevo pontífice y se conservará en sobre sellado, no pudiendo ser abierto por nadie, “a no ser que el Sumo Pontífice lo permitiera explícitamente”.

                            

Tras tres días sin resultado positivo, se suspende la elección por una jornada. Posteriormente, si después de siete escrutinios tampoco hay elegido, se hace otra pausa. El proceso se repite de nuevo, con otras siete votaciones y, si continúa la situación, hay un cambio: “solo tendrán voz pasiva los dos nombres que en el escrutinio precedente hayan obtenido la mayoría de los sufragios, sin apartarse de la norma de que también en estas votaciones para la validez de la elección se requiere la mayoría cualificada de al menos dos tercios de los sufragios de los cardenales presentes y votantes. En estas votaciones, los dos nombres que tienen voz pasiva carecen de voz activa”.


“¿Aceptas tu elección canónica para Sumo Pontífice?”… El momento culminante del cónclave será cuando el cardenal decano –o el primero de los cardenales en orden o antigüedad- pida el consentimiento al elegido. Una vez efectuado, se le preguntará el nombre que desea como Papa, y tras recibir el gesto de respeto y obediencia de los cardenales electores, el nuevo pontífice comparecerá en el balcón principal de la Basílica de San Pedro tras el primero de los cardenales diáconos, que será el encargado de anunciar al pueblo el nombre del nuevo Papa. Éste impartirá allí su primera bendición apostólica urbi et orbi. Entre tanto, el Papa Emérito conocerá el nombre de su sucesor recién instalado en el monasterio Mater Ecclesiae, ubicado en las colinas del Vaticano. Le espera una vida de oración “más adecuada a su edad y fuerzas”, apartado ya de la responsabilidad que supone guiar la Barca de Pedro en medio de un mundo necesitado de un mensaje de esperanza.
(ArchiSevilla Digital 01/03/2013)

        

viernes, 8 de marzo de 2013

Galería de imágenes de la peregrinación a Almonte


Hoy traemos a este espacio una presentación con las imágenes más destacadas de la peregrinación a la parroquia de Almonte celebrada el pasado sábado 2 de marzo.




lunes, 4 de marzo de 2013

Una peregrinación Jubilar


El pasado sábado 2 de marzo nuestra hermandad realizó la anunciada peregrinación a la parroquia de Almonte con motivo del Año Jubilar proclamado por S.S. Benedicto XVI. A las ocho de la mañana las campanas de la parroquia cantillanera, sede fundacional de nuestra hermandad, anunciaban la salida del simpecado de la Divina Pastora que, acompañado de numerosos fieles y devotos, recorrió las calles, precedido por los alegres sones de la Escuela de Tamborileros, hasta llegar a la avenida de Nuestra Señora de la Soledad donde se encontraban los cinco autobuses encargados de desplazar a los peregrinos hasta Almonte, que junto con los numerosos coches particulares que también partieron con el mismo destino, formarían un contingente de unas cuatrocientas personas, constituyéndose como el desplazamiento más multitudinario llevado a cabo por nuestra hermandad.

Una vez llegados a Almonte, el simpecado pastoreño fue recibido en la Capilla de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Cautivo y María Santísima del Rosario, donde nuestro Hermano Mayor hizo entrega a su homónimo de un cuadro con la imagen de la Divina Pastora en agradecimiento por la hospitalidad mostrada. Desde allí se partió hasta la parroquia almonteña, acompañados del Reverendo Padre don Antonio Guerra Milla y del Hermano Mayor de la Hermandad del Rocío de Sevilla, Ricardo Laguillo Morejón, hermano también de nuestra hermandad y pregonero de las fiestas pastoreñas de este año. El simpecado atravesó el parque del Chaparral y las calles que tradicionalmente recorre la Virgen del Rocío cuando visita Almonte, hasta llegar a la iglesia parroquial, donde a sus puertas esperaba una representación de la Hermandad Matriz que acompañó la emotiva entrada de nuestro simpecado entre vivas y repiques de campanas. Tras el rezo del Ángelus en un templo abarrotado de pastoreños, y postrados a las plantas de la Virgen del Rocío, comenzaría la Santa Misa que fue cantada por el Coro de nuestra hermandad y oficiada por el Padre don Antonio Guerra, quien en su predicación enlazó las bellas advocaciones de la Divina Pastora y de Nuestra Señora del Rocío.


A la finalización de la Sagrada Eucaristía se hizo entrega a la Hermandad Matriz de Almonte de un artístico pergamino enmarcado, en recuerdo de la peregrinación pastoreña y del Año Jubilar Rociero, momento en el que nuestro Hermano Mayor agradeció el caluroso recibimiento y dio emotivos y sentidos vivas a la Divina Pastora y a la Virgen del Rocío, patrona de Almonte.

A la una de la tarde, como estaba previsto, saldría el simpecado de la parroquia almonteña camino de nuevo de la Capilla de Nuestro Padre Jesús Cautivo y María Santísima del Rosario, desde donde se partiría hasta la aldea del Rocío. Una vez allí, la Casa Hermandad del Rocío de Sevilla acogería al simpecado de la Divina Pastora en un altar montado para la ocasión, exornado con flores y candelería, donde estuvo expuesto a la veneración de los fieles durante todo el día y ante el cual el Coro interpretaría sevillanas, plegarias y la tradicional Salve Pastoreña.

Durante el resto de la jornada, los numerosos peregrinos desplazados disfrutaron de una alegre y festiva convivencia pastoreña en la citada Casa Hermandad, como colofón a esta memorable e histórica peregrinación.




























































































(Fotografías de Francisco Castillo, Juan Antnio Tirado Sanz y Juan Arias Merino, quienes las han cedido exclusivamente para su publicación en nuestro blog)