Pontificia, Real, Ilustre, Franciscana y Muy Antigua Hermandad del Santo Rosario de la Divina Pastora de las Almas y Redil Eucarístico -CANTILLANA-

domingo, 10 de marzo de 2013

Ante el próximo Cónclave

En la tarde del pasado viernes, el Colegio de cardenales decidió en la octava Congregación General que el Cónclave para la elección del nuevo pontífice se abrirá el martes 12 de marzo de 2013. Ese día, por la mañana, se celebrará en la basílica de San Pedro la Santa Misa "Pro eligendo Romano Pontífice" y ya por la tarde los purpurados entrarán en el Cónclave. Para la elección del nuevo Papa, el cardenal elegido deberá recibir un mínimo de 77 votos de los 115 posibles, obteniendo así dos tercios de los votos. Mientras llega ese momento, los católicos de todo el mundo continuamos rezando para la pronta elección del nuevo Pastor de la Iglesia Universal.



Cónclave: de Viterbo a la Capilla Sixtina.

La tradición sitúa el origen del cónclave en 1268, cuando un fraile franciscano decidió acabar con una situación de desgobierno en la Iglesia, motivado por el excesivo retraso de los cardenales romanos en elegir al sucesor de Clemente IV. Ese fraile fue Juan da Fidanza, quien más tarde sería conocido como San Buenaventura, general de la Orden de San Francisco y doctor de la Iglesia. Consciente de la necesidad de poner remedio a una situación que ya duraba tres años, el doctor seráfico ordenó a sus discípulos de Viterbo (una ciudad a 80 kilómetros al norte de Roma) que encerraran a los cardenales en el palacio episcopal.

Cónclave viene del latín cum clavis (bajo llave), que es como se encontraban los purpurados que terminaron por elegir pontífice a Gregorio X. Este Papa convocaría en 1274 el Concilio de Lyon con el objetivo de regular las condiciones de los sucesivos cónclaves. La normativa para la elección del Romano Pontífice ha sido reformada en varias ocasiones. Siete siglos y medio después de aquel encierro cardenalicio, la sede vacante y la elección del pontífice están reguladas por la constitución apostólica de Juan Pablo II Universi Dominici Gregis, un documento con 92 artículos, algunos de los cuales han sido modificados por Benedicto XVI el 22 de febrero pasado, a través de una carta apostólica, en forma de motu proprio.

Renuncia con precedente. Pocos años después de que San Buenaventura forzara a los cardenales a poner remedio al vacío de poder, Celestino V (que posteriormente sería elevado a los altares) renunció voluntariamente al Papado el mismo año de su elección, 1294. Una situación que quedó en el olvido histórico hasta que el pasado 11 de febrero Benedicto XVI utilizara el latín para anunciar su renuncia por “falta de fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio de Pedro”. Esto dio pie a una situación con algunas lagunas en lo referente al status de Benedicto XVI a partir de las ocho de la tarde del 28 de febrero. El padre Federico Lombardi desveló que el tratamiento será de Papa emérito o Romano Pontífice emérito.

En el cónclave participarán todos los cardenales que no hayan cumplido 80 años, siendo el número máximo de cardenales electores de 120. En esta ocasión, serán 115 los electores tras la última renuncia del cardenal Keith O´Brien. España aporta cinco cardenales al cónclave: mons. Amigo Vallejo, mons. Rouco Varela, mons. Martínez Sistach, mons. Antonio Cañizares y mons. Santos Abril y Castelló. Italia, con 21, seguirá siendo el país con más representantes. La normativa establecía que el cónclave empezaría entre 15 y 20 días después de que la Sede Apostólica estuviera vacante. Con la reforma de Benedicto XVI, no hay que esperar necesariamente 15 días para iniciar el cónclave.

Pocos lugares más simbólicos que la Capilla Sixtina para albergar la elección de un Papa. Los cardenales elegirán al pontífice número 266 con el ‘Juicio final’ de Miguel Ángel como testigo solemne del juramento que precederá a cada elección: “Pongo por testigo a Cristo Señor, el cual me juzgará de que doy mi voto a quien, en presencia de Dios, creo que debe ser elegido”. Si bien lo normal es que el nuevo pontífice salga de los 115 cardenales electores, éstos pueden dar su voto “a quien, incluso fuera del Colegio Cardenalicio, juzguen más idóneo para regir con fruto y beneficio a la Iglesia universal”. Si el elegido no tiene el carácter episcopal, será ordenado obispo inmediatamente.

INFOGRAFÍA:¿Cómo se elige a un Papa?
Mientras dura la elección, los cardenales residirán en la Domus Sanctae Marthae, una residencia ubicada en el Vaticano que estos días está siendo preparada para acoger a los miembros del Colegio Cardenalicio. La Universi Dominici Gregis contiene varias prevenciones sobre el secreto del cónclave y la prohibición de establecer contacto con los cardenales. De modo especial se prevén “precisos y severos controles, incluso con la ayuda  de personas de plana confianza y probada capacidad técnica, para que en dichos locales no sean  instalados dolosamente medios audiovisuales de grabación y transmisión al exterior”. En todo el tiempo que dure la elección, los cardenales están obligados a “abstenerse de correspondencia epistolar y de conversaciones incluso telefónicas o por radio” con el exterior.

Una vez que el maestro de Celebraciones Litúrgicas pronuncie el “extra omnes”, todos los ajenos al cónclave deberán salir de la Capilla Sixtina. Comienza así la elección, que consta de tres fases: preescrutinio, escrutinio verdadero y propio, y postescrutinio. La tarde del primer día ya habrá un solo escrutinio y, si no resulta nadie elegido, se realizarán dos votaciones tanto en la mañana como en la tarde de los días sucesivos.

La papeleta tendrá forma rectangular y contendrá la siguiente leyenda: “Eligo in Summum Pontificem”. Cada elector escribirá “claramente, con caligrafía lo más irreconocible posible” el nombre del elegido, y doblará dos veces la papeleta. Cuando llegue su turno, la portará hasta la urna situada en el altar, donde estarán los tres escrutadores, que habrán sido elegidos previamente por sorteo. Una vez hayan votado todos los cardenales, y tras el recuento de papeletas, el primer escrutador las toma de una en una, observa el nombre que aparece en cada papeleta y la pasa al segundo escrutador. Éste comprueba el nombre escrito y la pasa al tercero, el cual la lee en voz alta e inteligible antes de perforarlas con una aguja en el punto en que se encuentra la palabra Eligo, y las inserta con un hilo. Resultará elegida la persona que alcance al menos los dos tercios de los votos. Tras la revisión, y antes de que los cardenales abandonen la Capilla Sixtina, todas las papeletas son quemadas por los escrutadores, produciendo la fumata blanca o negra (ésta última se consigue usando paja mojada) dependiendo de que haya o no nuevo Papa. Al final de cada elección, el camarlengo redactará un escrito que reflejará el resultado de las votaciones. El escrito se entregará al nuevo pontífice y se conservará en sobre sellado, no pudiendo ser abierto por nadie, “a no ser que el Sumo Pontífice lo permitiera explícitamente”.

                            

Tras tres días sin resultado positivo, se suspende la elección por una jornada. Posteriormente, si después de siete escrutinios tampoco hay elegido, se hace otra pausa. El proceso se repite de nuevo, con otras siete votaciones y, si continúa la situación, hay un cambio: “solo tendrán voz pasiva los dos nombres que en el escrutinio precedente hayan obtenido la mayoría de los sufragios, sin apartarse de la norma de que también en estas votaciones para la validez de la elección se requiere la mayoría cualificada de al menos dos tercios de los sufragios de los cardenales presentes y votantes. En estas votaciones, los dos nombres que tienen voz pasiva carecen de voz activa”.


“¿Aceptas tu elección canónica para Sumo Pontífice?”… El momento culminante del cónclave será cuando el cardenal decano –o el primero de los cardenales en orden o antigüedad- pida el consentimiento al elegido. Una vez efectuado, se le preguntará el nombre que desea como Papa, y tras recibir el gesto de respeto y obediencia de los cardenales electores, el nuevo pontífice comparecerá en el balcón principal de la Basílica de San Pedro tras el primero de los cardenales diáconos, que será el encargado de anunciar al pueblo el nombre del nuevo Papa. Éste impartirá allí su primera bendición apostólica urbi et orbi. Entre tanto, el Papa Emérito conocerá el nombre de su sucesor recién instalado en el monasterio Mater Ecclesiae, ubicado en las colinas del Vaticano. Le espera una vida de oración “más adecuada a su edad y fuerzas”, apartado ya de la responsabilidad que supone guiar la Barca de Pedro en medio de un mundo necesitado de un mensaje de esperanza.
(ArchiSevilla Digital 01/03/2013)